martes, diciembre 7

El encuentro...

"Prima non datur ultima dispensatur."
Virgilio
Princesa,

ayer me encontré en mi matinal camino diario a la oficina,  con los ojos de mi amor de adolescente. Esos ojos, ahora los vestía con el mismo brillo encendido, una mujer, veinticinco otoños después de que mis manos, convirtieran unos folios doblados a cuatro caras, en mis primeras cartas de amor.

Mis primeros poemas dedicados, con sencillos versos, sin cadencia y con una rima y métrica pobre, pero llenos todavía de una bisoñez palpitante, y que plasmaban el primer asomo con vértigo al precipicio del amor.

Ese amor me vino a recordar, una canción que aun hoy escuchándola, le sigue arrancando un pétalo a la flor marchita de mi nostalgia. Me acordó, de una foto recortada, que siempre andaba en mi cartera, y que mis ojos miraron miles de veces, tantas como me vieron llorar lejos de aquel cuerpo que deseé y que jamás poseí. Durante años, le escribí cartas de otoño a primavera, hablándole de nuestro esperado encuentro en el verano siguiente, encuentro, que mi timidez acababa siempre destrozando, a la sombra de la tristeza de saber que otros labios ocupaban mi lugar.

Todo esto me vino a la mente, mientras en nuestro encuentro casual, hablamos de cosas intrascendentes, y entretanto nuestros cuerpos mostraban un ansia desmedida por alejarse separados de allí. Cuatro besos, en dos tandas, los del hola y los del adiós, cuatro besos y cientos de recuerdos.

Me gusta volver a verla, pero ojalá no la volviera a ver...


Buenas noches, Princesa

te besa

Tu mosquetero

jueves, diciembre 2

El limonero...

"Sicut vita, finis ita"
Princesa,

una enfermedad hizo que mi padre pasara los últimos años de su vida, postrado en una cama. Su habitación, que era lo más parecido a la de un hospital, por la cantidad de aparatos, medicinas y demás utensilios que la compartían. A mi madre, además de un amor entregado por más de medio siglo, la vida le regaló un obligado oficio de enfermera sin descanso semanal, sin festivos ni vacaciones.

Nunca hubo un reproche, un mal gesto, una mala palabra, a pesar de que el escenario fuera propicio para ello. Si hubo besos y caricias diarias, esos que saben de compañía y cariño, y porque no, de la prórroga de un amor, que compartieron desde que se miraron la primera vez, siendo todavía dos niños. En aquella mirada, supieron que coserían sus vidas para compartir en común calendarios y sueños.

Mi padre tuvo amigos, de esos que con quienes se comparten algo más que trozos de una vida. Amigos de los que se llegan a conocer tanto, que hasta en silencio son capaces de hablar. Esos amigos, venían a verle, turnándose, para hacerle compañía en las tardes largas de verano y en las cortas de invierno. Cuando se despedían, mi padre siempre cogía, de una canasta que permanecía como un mueble más de la habitación, un par de hermosos limones del limonero que reinaba en el patio de su casa.

Ese limonero, lo había traído en un injerto, una tarde de primavera, justo después de nacer mi hermana, y antes de que yo asomara al mundo. Ese limonero, creció y se hizo árbol, a la par que el niño que yo era, se columpiaba eternamente en el viejo columpio de hierro y sillita de madera. Ningún limón asomó por sus ramas.

Una tarde, un vecino que veía desde su ventana el árbol, le dijo a mi padre:

-Ese limonero no da fruto porque es un árbol vago.

Mi padre con el ceño fruncido, le preguntó extrañado por lo que acaba de decir, y su vecino le replico.

-Amigo, coge una piedra, una piedra grande, que pese varios kilos, y átasela, justo en la zona que comienzan a salir las ramas del tronco, si lo castigas, florecerá.

Mi padre era un hombre criado en un pueblo, pero no era un hombre de campo. Optó por hacerle caso a su vecino, pues nada tenía que perder. Y en un monte cercano, encontró una piedra de las características que le habían señalado, y con un cuerda la ató al limonero, justo en el sitio indicado.

Se olvidó por unos meses del árbol y la piedra, engullido en sus problemas y en sacar adelante una familia con siete bocas que alimentar.

Justo a la primavera siguiente del castigo, el limonero comenzó a regalarle limones. Esos limones eran singulares, pues su tamaño no era común, eran limones enormes, de una piel gruesa, y de un olor intensísimo. ¡Que olor! nunca en mi vida he vuelo a oler un limón así. Quince años, había demorado ese limonero en dar fruto.

Y transcurrieron volando veinticinco años, hasta el verano que mi padre comenzó a empeorar. Su primer síntoma fue la mirada, que dibujó en su ojos una despedida anunciada. Un quince de agosto, aniversario de su boda, le dijo a mi madre.

-Quiero morir, para que tu descanses. Ya hemos sufrido juntos bastante, no te preocupes por mi, Díos me acogerá y allí donde vaya siempre cuidaré de ti.

Justo la noche de antes, el limonero perdió la mitad de sus hojas, que alfombraron el suelo del patio. Y desde aquel día, pasaron dos semanas hasta la madrugada que mi padre inició su caminar por un cielo azul anaranjado, y a la par, el limonero quedó huerfáno de hojas, flores y frutos, quedando tronco y ramas pelados de vida.

Mi madre, abrazada al dolor, trato los meses siguientes, de recurrir a varios jardineros, que le administraron podas sencillas y severas, pero ninguno consiguió revivirlo... el árbol había muerto de pena...

Me contaron que en la estrella del cielo que más brilla, vieron llegar a un hombre bueno, que vestía camisa a cuadros remangada, tirantes y vaqueros, una amplia sonrisa, y que en su brazo sujetaba una maceta con un pequeño injerto de limonero ya florecido, que plantó para esperar su sombra. Desde entonces sentado allí, cada noche, escucha mis palabras, y me hace presente su fragancia, como recordándome, que allá desde su sombra, vigilante y sereno, no pierde ojo, de lo que pasa acá, debajo de las nubes...

Buenas noches, Princesa

miércoles, diciembre 1

Hacer el amor...

"Amor est vitae essentia."

Princesa,

como hombre no te negaré que me gusta hacer el amor, como una primitiva respuesta de mis instintos, cuando convierten a mi cuerpo en un instrumento entregado y pasional. Pero con los años, he aprendido que también se puede hacer el amor, y gozar tanto o más, en la esencia de las cosas sencillas, en las que muchas veces no reparamos y que son el comburente necesario para mantener viva la llama del amor.

Me gusta hacer amor, en una mirada. En una mirada cómplice de tus ojos y tus labios. Una mirada sin escenarios, ni melodías, tan solo tu ojos y los míos. Y es cuando nuestras miradas son capaces de compartir el mismo rayo de luz, que mi piel se eriza, y un suspiro colma mi alma de gozo supraterrenal.

También me gusta hacerte el amor, en un paseo. En un paseo, acompasados nuestros cuerpos, y nuestras pisadas. Dos cuerpos y una sola sombra, cuyo contorno dibuja el movimiento tranquilo, mientras el crujir del manto de las hojas caídas en un otoño primaveral, bajo nuestras suelas, nos entrega la melodía insuperable.

Pero si hay una postura, deseada para hacer el amor, esa es tu risa. En la elocuencia de una situación, en una comicidad cómplice, en un recuerdo común, o sencillamente, una sonrisa entregada, sin más pretensión que compartirla...

Eso preciso esta noche, tu simple risa, para acostarme en ella y soñarte...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero

martes, noviembre 30

Un abrazo...

"Spem nemo emit"
Publius Terentius Afer

Princesa,

vestido camina de sencillez mi deseo, y tras sus huellas, imita su paso, el andar de mi cuerpo desnudo de afecto.

Es hoy, un abrazo, el anhelo humilde que llena mi noche, huyendo de imposibles besos, caricias y palabras. Pero no es un débil abrazo el que preciso, sino uno de esos que solo sabe entregar un viento gélido, cuando es capaz de colarse por poros de las ropas, atravesando carnes, tejidos y músculos, para apretar con fuerza los huesos y convertirlos en frío aluminio, mientras en ese medio suspiro, asesina la vida, para resucitarla al instante siguiente.

Un abrazo... ese es, mi deseo vehemente.


Buenas noches, Princesa

lunes, noviembre 29

Un cuerpo, una pared...

"Qui dammnare potest is absolvendi 
quoque potestatem habet"
Princesa...

biengasta un instante en descubrir un cuerpo atrapado por una pared.

Una pared infinita, sin rugosidades, carente de color y aristas. Una pared gélidamente pusilánime. Sin ventanas ni aun rendijas, sin hendiduras para poder escalarla. Una pared circular y que aunque carece de techo, es tan elevada que al mirar arriba se transforma en un infinito cónico.

Un cuerpo desnudo tumbado en el suelo. Con el dorso curvado, dejando a la vista, una a una, las vértebras que parecen querer desgarrar la piel y escapar. Las piernas encogidas y apretadas contra el torso, mientras la cabeza está hundida y escondida bajo unos brazos que la aprietan desesperados. Flota ese cuerpo sobre un charco de lágrimas cristalizadas, que reflejan en el suelo, la estructura que lo envuelve, para burlarse de las miradas que reverberan desde el piso. Los dedos ensangrentados por intentar baldíamente rasgar la pared pretendiendo una ascensión imposible, se hallan enredados en mechones de cabello pegajosos, ungidos por una seca sangre coagulada. Músculos acalambrados por tratar de saltar lo más alto posible y estrellarse,  miles de veces, contra contra una fortaleza hecha tabique. La voz, se acalló en una afonía provocada por eternos gritos afligidos, demandando un auxilio más que improbable. Y los ojos, los ojos ya no miran. Permanecen cerrados, por no enloquecer con una visión perversamente repetida.

El tiempo ausente, la vida detenida...

Mientras tanto, mi alma luce distante desde su abosolución corpórea, perdiendo sus hojas, encadenada a un inmortal otoño. Y contempla este escenario, sin abandonar de su pensamiento, ese cuerpo que es el suyo, y esa maldita pared, que es el silencio al que tú le tienes condenado...

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu mosquetero

domingo, noviembre 28

Mi juicio...

"Alea jacta est"
Menandro

Princesa,

y al instante siguiente a morir, comenzó el juicio de mi vida. Aconteció en una gran sala pintada en ocres, de alto techo blanco repleto de artesonadas y celosías.

Delante de mi un juez sin rostro, con peluca y negra toga. En su mesa y a su derecha dispuesto un mazo de madera, descansado sobre el plato repleto de señales de cientos de golpes previos.

A mi derecha, una mesa vacía, y justo detrás de ella, pude identificar a todas las personas a las que en algún episodio de mi vida, dañé de una u otra forma. Era curioso, porque todos tenían la edad del momento en que se produjo mi agravio. Vi niños, jóvenes, adultos y ancianos. Me asombré, no pude contarlos, porque no pude ni mirarlos. Me asusté, estaba claro que sería un procedimiento sumarísimo, como esos que recordaba de los juicios de las grandes guerras.

Uno a uno, fueron pasando mis agraviados, y explicando, con detalle el mal que en su día les causé. Hubo de todo, desde los que no recordaba, hasta los que me avergoncé de escuchar. Desfilaron en orden cronológico, como en un resumen de mi existir en el mundo.

Fui incapaz de medir el tiempo que transcurrió, con la extraña sensación, como si en aquel estadio, en que nos encontrábamos, el tiempo pareciera no discurrir.

Una vez acabaron, se hizo un gran silencio. Un silencio de esos que atruenan y hieren. El juez, lo quebró con una voz solemne cediéndome la palabra.

Durante muchos años me tocó orar en público. Pero siempre fui una persona de discursos preparados. Siempre medí previamente, cada palabra y cada entonación, para controlar de una manera casi obsesiva el mensaje que quería transmitir.

Y qué paradoja, me hallaba justo a comenzar, el discurso más importante de mi vida, y no tenía unos folios delante preparados. Tenía que improvisar e improvisé:

-Me habéis mostrado todos los males que infringí en mi vida. A algunos pedí perdón en su día, a otros ni os recordaba, y otros tantos, reconozco que os dañé a sabiendas. No sé si en este momento, el perdón llegará tiempo, pero eso lo único que puedo pediros. También os diré que seguramente, si se hubiesen presentado en este juicio, todos aquellos que en mi vida hice algún bien, bien cierto es, que desequilibrarían la balanza a su favor.

Después se volvió a llenar la sala de silencio. Y fue cuando el juez se levantó y tomó la palabra, diciendo:

-El bien que hiciste en tu vida, en ella ya encontraste su recompensa. Pero como ves hay muchos daños que todavía tras tu muerte siguen vivos. En este juicio, no se dictan sentencias, solo se te entrega tiempo. El tiempo necesario, para pensar, tú mismo, que condena mereces...

Y un segundo después, el martilló percutió con fuerza el plato...


Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

sábado, noviembre 27

El sabor de un beso...

"Difficile est longum subito deponere amorem" 
C. Valerius Catullus 
Princesa,

he olvidado a qué saben los besos. Ni recuerdo a qué saben, ni recuerdo donde fueron a dar...

No sé si fueron muchos, pero sé que hubo. Y a ese escondite oscuro del deseo condenado, marcharon los de joven, aquellos que sustrajeron las mejillas de las mujeres que amé, y no me correspondieron, esos sutiles besos de encuentros y despedidas, y que nunca fueron de soñado tránsito. Malditos amores.

Después vinieron abrumadores besos de amor, besos con los que pinté los labios y cada rincón de los cuerpos de las mujeres que amé y me amaron. Besos del ahora y del siempre, besos de pasión, de buenos y malos días, besos de película, de sábado y de lunes, de playa y arena. Aquellos de desayunos sin diamantes y de cenas a tres velas. Besos de ojos cerrados, de bailes a la luz de la luna, besos sin roce y besos que aguardaban el siguiente beso. Besos de labios sellados y abiertos, besos que nunca negué y besos... que nunca me negaron. Pero esos tampoco pude retenerlos, y fueron muriendo gradualmente, cuando la rutina canjeo el amor por el cariño. Maldita rutina.

Y olvidados también los últimos besos que entregué a tus labios, y tus labios recogieron.  Creí que eran los primeros de muchos, pero tú silencio me hizo saber que serían los últimos de pocos. La primera noche fue también la única. Maldita noche.

Y ya no sé comprar ni besos sucios, ni dónde debo ir a buscar limpios. Esa es ahora mi condena. Maldita condena.

Del sabor que tiene un beso, hoy solo recuerdo, que así se llamaba un poema que mi padre escribió a mi madre hace ya cincuenta años. Malditos años.

Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu Mosquetero

jueves, noviembre 25

Barcino...

"Mundus appellatur caelum, terra, mare et aer"
Septimivs Tertvlianvs Florens
Princesa...

uno a los lugares donde ha vivido, sin término medio, o los ama o los odia. Yo viví en Barcino, durante mi época de estudiante. Nunca me gustó el lugar, y aprovechaba siempre, el más mínimo despiste en mi calendario para escapar y acudir a la llamada de mis montes y mis vientos.

El destino quiso que haya vuelto a esta ciudad, por unos días, para hacer un curso de formación de unas extrañas máquinas alemanas para contar apuntes de manera semiautomática, que van a instalar en el Banco donde trabajo.

Con las tardes libres, y con recelo, me he lanzado a caminar de nuevo por sus calles, pero esta vez pausado, sosegado, respirando hondo y con la mirada reposada. He encontrado una ciudad diferente, aunque, tal vez sean mis ojos los que la miraron diferente. He disfrutado de sus ramblas, de sus edificios modernistas, de sus calles y plazas, he intercambiado cientos de miradas con sus gentes, a la par que mi rostro les iluminaba con una sonrisa. Encontré cafeterías de mesas de mármol, de esas que tanto me agrada frecuentar. Y cuando oscurecía, seguía siendo una ciudad viva, coloreada por una iluminación de vapor de sodio anaranjada, que daba más calidez a las calles y a las fachadas de sus edificios.

Hoy le pedí perdón a esta ciudad, por no haberla sabido entender, después de tantos años, y sentí una gran sonrisa de perdón reflejada en una luna que cada noche me acompañó a dormir. Yo no sé, si las ciudades hablan, pero te aseguro que hoy así lo sentí, además de tener la extraña sensación de que en un futuro, no se si lejano, volveré acá para quedarme...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero.

martes, noviembre 23

Nunca...

Princesa,

con un río cerca, uno no debe nunca emprender un viaje a la luna, buscando un agua que sacie su sed. Nunca...

domingo, noviembre 21

Sin sombra...

Nos enim, quicumque vivimus, 
nihil aliud esse comperio, 
quam simulacra et levem umbram.

Princesa,

me asomo al precipicio que otra vez una callada ciudad dormida entrega a mis pies descalzos. Prendieron las estrellas esta noche, para apuntarme con los dedos de su luz, el camino entre riscos devorados por los besos que hoy quedaron sin descubrir. Diviso una playa que guarda restos y aromas de cuerpos entregados a furtivas caricias pasionales, dejadas al goce del devenir del deseo.

Cerca, el mar, que calla tanto como cuenta, y esta noche cuenta como mi sombra se descosió de mi pies y fue a sumergirse, para llenarse de él. Sé que ya no volverá, será para siempre, una sombra libre, excarcelada de la atadura de mi cuerpo.

Yo vagaré sin mi compañera fiel que fue mi sombra desde que me arrojaron al mundo. Con ella caí y me levanté, dormí y soné, corrí, jugué y alguna vez, incluso amé.

Pero, ¿de qué le sirve a un hombre la sombra, si no tiene a nadie a quien arropar con ella?... ¿de qué le sirve?

Y en ese espacio donde duermen prensadas para siempre todas las sombras, entre el cuerpo sin vida del difunto y la seda y el mullido que forran la base del ataúd, el día que yo muera, en ese espacio, no busquéis a mi sombra. Porque lejos, muy lejos de mi cuerpo entumecido, nadará mi sombra libre, entre la vida y el mar... entre el mar y la vida...

Buenas noches, Princesa

te besa

tu Mosquetero

sábado, noviembre 20

Sobre tu voz...

Princesa,

se muere la noche en mis manos, y a la par muere mi anhelo, de acostarme sobre tu voz...

viernes, noviembre 19

Coleccionista de sueños desbaratados...

Nemo certe fuit
Princesa,

a coleccionar sueños desbaratados, pocos me han ganado.

Mi vida frecuentó esquinas, que solo escondían golpes inesperados. Golpes que nunca supe encajar. Creo que soy  la persona con la mayor carencia de astucia, de las que me he topado en este mundo. Nunca supe leer entrelíneas, ni traducir miradas, ni mucho menos interpretar gestos, nunca supe... y esas cosas no se aprenden, uno nace con ello y lo arrastra toda su vida.

Siempre estuve dispuesto al amor, y a veces creo que uno debe esconderse, porque hay cosas que le convierten en un ser más vulnerable. He tenido muchos ramos de margaritas en mi mano, prestos a ser entregados antes de esperados besos... pero esos besos nunca llegaron... solo llegaron una y otra vez, las margaritas de vuelta a casa, para empaparse de saladas gotas de vidrio que vertían mis ojos derrotados.

Hoy es una de esas noches de plumas apagadas, de parsimoniosas palabras, de sensaciones que se hacen diminutas desvaneciéndose en el silencio. Una de esas noches, que hasta el tiempo anda educado, pidiendo permiso para acontecer y no detenerse a llorar junto a estos papeles emborronados.

¡Cuánto puede llenar un vacío! Tanto como palabras mudas pueden esconderse en un interminable paseo repleto de miradas ausentes.

Maltrecha queda la cara oculta de mi alma. Allí ya no caben más costuras ni cicatrices, pero todavía Princesa, sigo  esperando, que el amor reaparezca con mágicos susurros, capaces de volver a avivar el ritmo, de mi desconsolado corazón de eterno soñador...


Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu Mosquetero

Duerme, mi vida

Duerme, mi vida, 
no me esperes 
despierta, 
solo fue un sueño, 
lindo, sí, 
pero un sueño...
 
Fuera sopla 
el viento muy fuerte,
y a su designio 
vuela mi alma, 
sencilla y frágil, 
como el aleteo 
de un gorrioncillo...

jueves, noviembre 18

El gorrión...

Alis volat propriis.
Princesa,

un gorrión no emigra buscando el tiempo cálido en las estaciones de frío, y no por falta de ganas, sino porque su aleteo no está hecho para esos largos trayectos. Condenado a nacer y morir en los mismos espacios, donde también pasará los fríos y calores. Nadie lo quiere albergar en casa en una jaula,  ya que el plumaje pardo que viste no es hermoso y su canto tiene un timbre muy alejado de un trino melodioso. Los niños de los pueblos colocan trampas para cazarlos o tratan de abatirlos con viejas escopetas de perdigones, mientras que los niños de las ciudades, los ignoran y prefieren perseguir palomas... Para un gorrión, todos los días son iguales, todas sus semanas tienen siete lunes...

Y muchas veces, de esa guisa me veo. Revoloteando la ciudad, en busca de un charco, para saciar mi sed con dos sorbitos, y tratando de regatear a las palomas unas migas de pan caídas sobre una acera, y si no hay suerte, saliendo a las afueras, para descender sobre algún campo donde hurtar unas semillas de girasol o trigo.

Pero tengo mi nido... y por las noches sueño. Y eso nadie me lo puede arrebatar. Ahí si que atravieso océanos sobrevolando entre las nubes. Y cuando me place me acuesto sobre la arena blanca de la luna, y en las largas tardes, con medio canto prestado de ruiseñor, enamoro cardelinas, con las que termino aleteando entre los sauces de un soto que orilla un río de aguas claras.

Y así pasa mi tiempo, entre palomas de día y cardelinas de noche, suspirando que tal vez alguien piense, que la única premisa para poder volar la vida a lomos de un gorrión, es simplemente... querer.

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu mosquetero

miércoles, noviembre 17

Amor inventado...

Non est aurum omne quod radiat
Princesa,

en un secreto tenía escondido todas las demandas de mi alma, y la noche que asomaste a mi vida, le sume a ese misterio tu cuerpo, tus ojos y tu risa. Y así fue como inventé un amor.

Pensé en lo sencillo que debía ser, enamorar a un amor que uno para si había creado... y así traté a golpe de verso y carta, que germinará entre los dos un inmaculado sentimiento. Fueron muchas noches de conjugar inspiraciones y bailar con musas alquiladas, de buscar llamadores en puertas cerradas, de teléfonos destimbrados y de clamar al cielo ausencias infinitas.

Hastiado, fui a buscar adjetivos y palabras, que otros escribieron... quise plagiar a los encantadores de la historia...y plagié, pensando, que los hechizos del amor eran eternos...

Pero no conseguí que esos oscuros ojos, volvieran a posarse en mi. Ni tan solo logré una sola sonrisa dedicada... ni volví a sentir el tantas veces soñado roce de una piel esquiva.

Y así fue, como decidí desinventar lo inventado... dejé que ese cuerpo, esos ojos y esa risa que había tomado prestado, volarán libres en busca de un amor no obligado.

Y a resguardo seguirá lo que anhela mi alma, sin ser yo quien ose, tratar de inventar más amores imperfectos...


Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu Mosquetero

lunes, noviembre 15

Líquido...

"Hoc erat in votis"
Esto estaba en mis deseos
Princesa,

persigo fantasmas en la noche, y navego sobre oleajes de plumas y de húmedos terciopelos, mientas abordo débiles sueños, insuficientes para ser evocados en repetidos mañanas.

Y en la escondida cara de una de mis lunas de nácar, vi agitarse esta noche cosida a otro cuerpo de mujer, la sombra de tu sombra. En una danza prohibida que se adueño de mi cuerpo, vi acercarse pasiones y lujurias... vi arrimarse coloridos anhelos de sudores adictivos.

Y Líquido... en un instante, todo se hizo líquido. Sumergidos los poros de la piel en húmedas caricias, nos fuimos devorando a besos desesperados, mientras disponíamos nuestros cuerpos con avidez, al epílogo de un vientre enhebrado de deseo...

Y así, así gemimos acompasados quebrando la luz del cielo, y así... así nació susurrada la tonada del amor hecha vida...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

domingo, noviembre 14

Sencilla sonrisa...

Sonríe aunque sólo sea una sonrisa triste, 
porque más triste que la sonrisa triste, 
es la tristeza de no saber sonreír.
Anónimo

Princesa,

hoy es uno de esos días que ando vestido con una sonrisa. Sí, ando una sonrisa de esas que sorprenden a la gente que nos cruzamos en la calle. Sin ser perfecta ni reluciente, su sencillez y humildad le dan un abrumador toque de elegancia. Una sonrisa que es bandoneón y lluvia, que es la ingenuidad de una suave brisa de otoño... Una sonrisa como un ramo de tomillo y margaritas, como una noche de rosada y estrellas... como un día de vino y rosas...

No hay negocio en las sonrisas, todo se puede comprar en este mundo... pero una sonrisa no. Y para una persona triste, sin duda, tiene un valor incuestionable. Por eso me gusta tratarla con cuidado, con mimo, como quien custodia un preciado tesoro.

Tengo el día el por delante para disfrutarlo con ella. Por la mañana pienso pasearla por el mercado, comparemos fruta, legumbres y hortalizas. Después daremos un paseo por el parque, como dos enamorados, disfrutando de cada paso, de cada suspiro. Iremos a comer, hoy merece mantel blanco y servilleta de tela. Y en la tarde, iremos al cine, haremos que la película nos traslade a otros lugares, a otros paisajes... y después me acompañará a una de esas cafeterías de eternos cafés conversados.

Y llegaremos a casa cómplices, y nos desnudaremos. Nos acostaremos sobre la cama niquelada de colchón de lana, arropados por sábanas y mantas que alejen el frío. Sentiré sus besos, antes que llegue el inevitable momento de la despedida  El sueño me vencerá, un instante después los músculos de mi cara se relajaran y la sonrisa saldrá volando en busca de pintarse en otros labios. Desgraciadamente, nadie puede retener en la noche una sonrisa, porque nadie puede dormir con ellas.

-Sonrisa, no me agradezcas el día, y torna a visitarme cuando quieras. Contigo la espera del amor será siempre más tierna y soportable...

Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu Mosquetero

sábado, noviembre 13

Son de mármol las mesas...

Princesa,

son de mármol las mesas, y de forja las sillas. Hay humo, y aroma a caliqueño y a celta corto. El ruido se cuela entre las pajaritas negras que adornan los cuellos de las impolutas camisas blancas de los camareros. Ninguno de ellos cumplirá ya los cincuenta. Las paredes repletas de fotografías con decenas de ojos de fantasmas que parecen escrutarnos con miradas venidas desde cementerios de tertulias lejanas.

Tu bolso descansa en la tercera silla de nuestra mesa, junto a tu abrigo, largo, negro con pinceladas de naranjas y verdes. Tu cuerpo vestido con un traje chaqueta azul marino, camisa beige, medias oscuras y zapatos de tacón. Tu cuello enredado por un collar de perlas, a juego con los pendientes  que esconde tu larga melena ondulada. Maquillaje justo y labios y uñas pintados de un rojo bermellón. Tu sonrisa siempre desnuda, tu palabra siempre vestida del adjetivo preciso. El cenicero de nuestra mesa, está repleto de cigarros fumados por labios extraños.

Yo he vestido de oscuro los nervios previos al encuentro, traje, corbata y un pañuelo que asoma tímido por el bolsillo izquierdo junto a la solapa de la americana. Salí de casa, despidiéndome con una mirada presumida en el espejo. Me siento joven. Dicen y no les falta razón, que uno siempre tiene la edad de la mujer que ama.

Y observo tus ojos reflejados en el tintenear de una cucharilla de plata que da vueltas a un café con leche tibia. Nuestros días y sucesos no salen en los periódicos, pero contados aquí y ahora, adquieren la trascendencia de noticia a cuatro columnas, de la primera plana de nuestra vida. Estamos vivos, y nos reímos en la sonrisa del otro. El tiempo se detendrá antes que iniciemos un corto paseo... como antesala a un hasta pronto acompañado de dos besos en la mejilla, con la incertidumbre de no saber si habrá o no un próximo café.

Así es el amor... El amor vive en las cosas sencillas, sin ornamentos ni faustos, y así me gusta amarte, a la sombra de la vida. Sin pensar nunca en el mañana. El amor siempre es hoy. Y no lo olvides, al día siguiente que pensemos en el mañana, el amor no hará sino iniciar su breve camino al cadalso de la rutina.

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero

viernes, noviembre 12

El Íber...

Lux Fulget in Aqua
Princesa,

los que tenemos el mar lejos, siempre buscamos  espacios que nos llenen ese vacío de sensaciones y de calma, que uno experimenta frente al mar, sus sonidos y su horizonte. Yo hallo esa tranquilidad y paz, caminando por la ribera del Íber, ese majestuoso río que despacito, despacito camina en un ir infinito buscando el mar que no tienen mis ojos. Me gusta su acogedora ribera penumbreada de noche y de niebla... me gusta respirar su húmeda fragancia y contemplar su andar sigiloso.

Nadie escucha la historia que acuna su silencio. Nadie le reclama miradas ni besos furtivos, abandonados a su suerte en su orilla. Nadie le reclama los sonidos que custodia sumergidos. Nadie. Nadie.

Pero no le importa. Siempre está dispuesto a escuchar al enamorado. Al que le habla de distancias insalvables y de sueños mutilados por silencios. Siempre escucha, siempre.

Y hoy fue otra noche, que fui a su búsqueda. Nunca me da respuestas, pero como el hombro de ese amigo que siempre está, sabe recoger mi desahogo. Hoy le preguntaba si él se sentía un alma desparejada... y entonces, una fuerte brisa sacudió las ramas de los álamos que nos separaban... sobrecogido, levanté la vista y vi atónito, el cómplice guiño de una luna enamorada.

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero

jueves, noviembre 11

Tu nombre...

Princesa,

he olvidado tu fragancia, lo primero que olvidé. Esa fragancia que vistió nuestros encuentros y que me impregnaba las horas después de separarnos, cuando respiraba tu recuerdo reciente, tu recuerdo vivo... Esa fragancia que era capaz de esconderse en los poros de mi piel, para entremezclarse con mi sudor y dosificarse deslizándose sobre mi cuerpo... Esa fragancia, hoy ya no puedo respirarla...

Después de olvidar tu fragancia, olvidé tu voz. Esa voz que escapaba vehemente de tu sonrisa, y que era capaz de embelesarme, de silenciarme, como si fuera la melodía más bella interpretada por una gran orquesta de ángeles. Esa voz, que nunca me trajo un teléfono, esa voz se apagó... esa voz, hoy no puedo escucharla.

Solo me resta hoy el recuerdo de tu rostro y tu nombre. Tu rostro se presenta difuminado en la nostalgia, y resucitado por tu eterna sonrisa, que sé, que siempre recordaré. Y tu nombre, ese que tantas veces perseguí en mis solitarias noches, hoy se entremezcla con otras letras, y se muestra confuso.

Sé que tu nombre, jamás olvidaré... pero esta noche ya no sé, si mi amor tiene tu nombre...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero

martes, noviembre 9

La vida me descubre cansado...

Princesa,

la vida me descubre cansado. Cansado de buscarte en cada piedra que tuerce mi camino y en la música que negocia suspiros a mis silencios. Te he buscado en mis palabras y en las que otros escribieron.

He aprendido que todo se puede dibujar con palabras, pero media un abismo entre lo escrito y las realidades que desgraciadamente equipan nuestros días.

En las palabras cabe el amor y la armonía, así como caben la amargura y la soledad... todo cabe en ellas, porque siempre existirá un viento capaz de guiarlas hacia un recoveco del olvido... Y allí, allí es donde vuelan mis palabras, porque ese viento nunca conoció tu rumbo ni tu senda... ese viento nunca supo llevarte mis susurros, y hoy lo maldigo invitándolo a mi sueño de lluvia de cristales rotos...

Remitente de palabras cansadas, así me descubre el destino. De esos cansancios, que la vida me dispersa a buscar, y que solo persiguen acomodar mis días, convocándome a sencillos funerales de palabras remotas.

Mi vida continúa escupiendo pedazos de sueños rotos plasmados en papeles que empiezan a amarillear, y en los que ya no sé, si caben tu sonrisa y tu mirada.

Las palabras surgen fracturadas, ellas solas se entrecortan y se solapan, mientras a mi alma, nadie le ha detallado si perseguimos juntos un amor imposible, o si por el contrario, caminamos carcomidos por una ilusa espiral que nos ha generado el destino...

Remitente de palabras cansadas... de palabras cansadas...

Buenas noches, Princesa

lunes, noviembre 8

La playa...

Princesa,

cuando llegará la noche que prendas los faros de tu costa, para que mi barca conjugada de caricias, alcance presta, la arena de la recelosa playa que en los poros de tu piel se esconde...

domingo, noviembre 7

Adiós palabras...

Princesa,

...y si, fueron alfileres los que dejaron punciones imposibles de cicatrizar, por eso las palabras, abandonan este alma errática, no por el deseo de trazar emociones, sino simplemente por no seguir amparando un futuro que no desean...

Siento que me abandonan las palabras, esas que me acompañaron desde los tiempos de las miradas en el espejo de un niño repeinado y solitario, y que pactaron continuar viaje juntos, hasta ser un día epitafio, cuando mi vida se hiciera cenizas esparcidas en un campo bañado por sombras acortadas de cipreses...

No puedo retenerlas... me abandonan... y esta vez, no para emocionar corazones, hipnotizar pasiones y negociar encuentros efímeros de desahogos banales... esos encuentros que hoy me escupen el recuerdo, al descubrirme como un encantador de moribundas esperanzas...

Os digo adiós, compañeras... recorred mundo, encontrad a quien sea digno de vosotras, quien posea esas manos que os mimen, y que tenga el preciso tacto de otorgaros el aprecio que yo no supe entregaros...

Solo me queda, daos las gracias, y cuando llegue el día que os contemple desfilar, por mi última morada, os rogaré que dejeis no más por piedad, un adjetivo...un adjetivo que se ocupe de llenar mi epitafio desierto....

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu Mosquetero

sábado, noviembre 6

La fragancia y el beso...

Princesa,

ayer pude entrar de nuevo en tu habitación, en silencio, de puntillas, tratando de no perturbar la calma que allí se respiraba. Me senté en tu cama, con las manos abiertas y posadas sobre tu colcha, la mirada en el espejo enseñado de tu rostro, y la respiración profunda. Cerré los ojos, y traté de discriminar tu olor, entre la mezcla de aromas que inspiraba... y lo hallé, lo quise memorizar, lo quise guardar dentro de mi... antes de tener que obligatoriamente expirar el aire que lo cobijaba. Ya tenía tu fragancia, esa que dicen ser lo primero que se olvida al estar lejos de una persona.

Después abrí el cajón de tu mesita de noche, y dejé un beso, a resguardo su fragilidad de traicioneras corrientes de aire, que pudieran arrastrarlo hacia donde ya fueron cientos de besos que partieron de mis labios sin destino.

Suspire profundo, sintiendo que portaba tu fragancia bien al fondo de mi pecho, me levanté, y con el mismo sigilo con el que entré, suavemente, cerré la puerta por fuera.

Allí quedó mi beso, esperando su momento, ese instante justo después de que cierres los ojos, y antes de que se encienda tu sueño... Solo entonces se posará dulcemente sobre tus labios, y susurrarándote un te quiero, te conducirá de la mano al sueño...

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu mosquetero

jueves, noviembre 4

Quién...

Princesa,

hoy no cabe más dolor en mi cuerpo. Tu silencio me está consumiendo, y tu larga ausencia está difuminando mi esperanza...

Dónde queda tu palabra, capaz de traer la armonía a mi sonrisa..

Dónde van tus pasos recelosos de mi sigilo...

Dónde queda tu mundo, tan lejos de mis cuartillas escritas...

Dónde quedan tus sueños, los que dibujas cada noche, y en los que por más que lo intento, nunca consigo adentrarme...

Quién condenó al silencio, a este amor que me devora...

Quién condenó a lo insalvable, a la distancia que nos desune...

Quién condenó a las lágrimas, al mirar la luna cada noche...

Quién condenó al frío, a este alma deshabitada...

Quién...


Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu Mosquetero

miércoles, noviembre 3

La luna y tu espalda...

Princesa...

esta noche, me queda igual de alejada la luna que tu espalda... pero esta noche, nada puede impedir que le susurre tu nombre a la luna, mientras mis dedos sueñan con calma, dibujarlo en tu espalda...

martes, noviembre 2

Descuidé arrancar las malas hierbas...

Princesa,

descuidé arrancar las malas hierbas, y los baobabs habitaron mi hogar hasta desalojarme.

No puedo volar lejos, es muy difícil con un ala rota y mal curada, únicamente puedo tratar de subirme a una corriente cálida, y que sea ella quien otorgue un nuevo rumbo a mis días...

No quiero volver a habitar un hogar solitario, relamiendo heridas en la oscuridad, viviendo en los recuerdos y soñando vivencias... Un hogar sin sonrisas, un hogar a gritos de silencio, con charcos de lágrimas en todas las estancias... Un hogar sin ventanas abiertas, con nieblas que impiden ver sus paredes, y arropado cada noche con amarillentas y roídas sábanas...

Por eso trataré de acostarme en esa corriente cálida, y dormirme en ella, para quizás despertar convertido en sueño que me reencarne en semilla. En semilla de un rosal que florezca en tu ventana, y que esa rosa de pétalos rojos, sea capaz de arrancarte un suspiro con el aroma de mi recuerdo... y después, me marchitaré, para habitar el descanso eterno vestido de sonrisa...

Buenas noches, Princesa

te besa

tu Mosquetero

sábado, octubre 30

La señal...

Princesa,

hoy te vi dormir por última vez en mi vida. Anoche antes de que durmieras, quise abrazarte fuerte, quise sentir como tu abrazo rompía mi cuerpo... pero solo noté frío. Sentí como si en mi pecho, los barrotes de una jaula se separaran, para dejar escapar un pajarillo que había anidado allí, junto al corazón de este mosquetero que quiso una vez disparar a la luna y abatirla.

Así fue. Fue la señal. Una señal, de esas que tantas veces habíamos hablado. Esas señales que hablan más que miles de palabras y que en este caso fue suficiente para arrojar al descalabro mi esperanza. Sentí que tenía que irme bien lejos, cargar en mi equipaje todo el dolor, para que tu pudieras seguir volando sin lastre.

Otra vez volvemos al punto de inicio. A esa terrible partida de ajedrez, en la que con las figuras solemnemente colocadas sobre el tablero, me hallo sentado, y no tengo a nadie enfrente para comenzar a jugar.

Hoy he de marcharme bien lejos... allí donde nadie me escuche llorar...

Buenas noches, Princesa

te besa

Tu Mosquetero

viernes, octubre 29

Nunca fui valiente...

Princesa,

nunca fui valiente. En mi vida siempre dejé que fuera el tiempo quién tomara por mi las decisiones importantes. Esas decisiones trascendentales, siempre las tomé frente a un espejo, nunca delante del mundo.

Pude cumplir algún que otro sueño, pero ese sueño siempre acababa aniquilado por la cobardía y engullido en el espejo. Y ahora que busco en los bolsillos de la vida, solo encuentro túneles en el tiempo que me trasladan una y otra vez a cada uno de los angustiosos momentos en que fui derrotado por la falta de valentía. Así se me fue oxidando el corazón, ese que tantas veces se aceleraba pidiéndome que diera un paso adelante, y al que yo siempre respondí, agachando la cabeza y con medio paso hacia atrás.

Todos aquellos barcos se fueron, y en ninguno embarqué... Los vi alejarse... Los vi, empequeñecerse con la distancia hasta fundirse con el horizonte.

Esta noche, imagino que todos esos barcos vararon en islas olvidadas, donde quedaron naufragados para siempre, uno por uno, todos mis sueños...

No sé, Princesa, si ya es demasiado tarde para impedir que el barco portador de nuestro sueño, pierda el rumbo y acabe también encallado en esas islas que tanto me han arrebatado...



Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu Mosquetero

jueves, octubre 28

El amor en silencio...

Princesa,

el amor en silencio
nadie lo escucha.
El amor,
en las noches de desvelo,
el silencio lo devora.

Mientras la humanidad duerme,
surge ese minúsculo milagro,
que ignorado
por los prójimos,
a mi,
me concede la vida.

Ese amor,
vive en mi,
y si yo muero,
conmigo muere...

miércoles, octubre 27

En 1.638...

Entro en sigilo, tal y como nos enseñaron los instructores de la Academia de Le corps des Mousquetaires de la Maison Militaire du Roi de France.

¡Qué gusto oler a hogar! Me quito las botas para no manchar el suelo, dejo a la entrada el mosquete, el sombrero de ala con pluma y el gabán. Regreso de hacer la guardia diaria en el Château de la Grève, del señor caballero Des Essarts.

Estoy cansado, pero solo de verte, recobro la energía perdida. Te beso y te abrazo intensamente mientras suspiro. Me quedo unos minutos frente a la chimenea para calentar mi cuerpo y mi alma,  el gélido frío del Pays des Essarts, me tenía helados los huesos. Tus manos calientes me dan unas friegas en la espalda, esa espalda que cobija tantas cicatrices de heridas de otros tantos duelos y batallas que quedan ya tan lejanos.

Después, me espera el balde con agua caliente, para quitarme los sudores de la jornada, y acabar de olvidarme del mundo exterior.

Es la hora de la cena, ensalada de la pequeña huerta que tenemos junto a la casa, y un cocido de verduras para enemistar a ese frío que todavía no acabó de irse de mi cuerpo.

Antes de dormir, nos contamos nuestro día, leemos un buen rato, apagamos la luz, nos fundimos en un abrazo y...  encendemos el sueño...

Mañana será otro día a tu lado, madmoiselle, y siempre diferente al anterior...

martes, octubre 26

Derrotado...

Princesa del país del cielo infinito,

la tristeza nunca toca fondo. Me gustaría escribirte hoy un canto a la esperanza... una oración a la vida con sabor a futuro, pero hoy me siento derrotado... terriblemente derrotado. Veo la vida pasar, como el espectador de la última fila del teatro y solo noto una sensación de frío viejo, ese frío en blanco y negro de pasado y de lúgubre halo de futuro.

Mis labios están huérfanos de besos desde hace muchos días, y la única humedad que sienten proviene de las lágrimas, que noche tras noche salan mi regusto. No recuerdo caricias, no recuerdo gestos cómplices, no me acuerdo del amor hecho carne...

Quisiera esta noche, aprender a desamar, pero esa lección nadie me la enseñó.

Quisiera levantarme mañana y haber borrado mis ilusiones, mis proyectos, mis sentimientos hacia ti...

Mis problemas, hoy son montañas, y en sus cimas no hay aire que respirar.

He perdido. He perdido no solo las batallas pasadas, sino tristemente,  las futuras, me siento desarmado de esperanza.

Me siento enfermo de vida, me siento terriblemente abandonado por las ganas de que vuelva amanecer.

No quiero provocar en ti lástima ni compasión... todo lo que me has dado, jamás podré agradecértelo. Un día vi que nuestros caminos se unían, y puse todo mi empeño en construir ese puente, puse todas mis energías, pero hoy, hoy veo esos caminos alejarse, sin retorno...

El amor puro, debe de estar siempre gobernado por la carencia de egoísmo, cada uno debe querer lo mejor para quien ama, y hoy siento que tu felicidad tiene que estar lejos de mi. Que sean otros los labios que te besen, que recibas de otras manos caricias y sean otros los ojos que alumbre tu sonrisa...

Yo sé que no te llevaré en mi barca, esa que cada noche tenía apunto de zarpar por si aparecías en mi sueño... Sé que no nadaremos mar adentro, no habrá sardinitas en la playa, no reiremos juntos, no veremos amaneceres abrazados, no habrá besos apasionados, no haremos el amor... No... nada ya sucederá...

Lo soñé, amor, todo eso lo soñé, todo eso y mucho más, y te escribí, te escribí, no paré de escribir, y eso será lo único que nadie pueda arrebatarme...

Gracias...

Buenas noches, Princesa

domingo, octubre 24

El pacto del ángel...

Princesa,

esta noche quisiera pactar con tu ángel de la guarda, ofreciéndole una vida repleta de calma junto al mar, para conseguir que él te acercara a mi.

Y le mostraría mis credenciales, le hablaría de una vida de paseos por la playa, de lecturas interminables, de tertullias nocturnas y de bailes sobre la arena. También de una barca con la que salir a navegar, de nadar mar a adentro, de sardinitas asadas que nos esperían a la vuelta... De sentaditas frente en el mar, tapaditos con una manta aguardando el ritual del sol escondiéndose tras el mar... De la música que no callaría nunca, de noches de abrazos y pasión, y de despertares en un remanso de paz...

Ojalá esta noche pueda cruzarlo en mi sueño, y pueda convencerlo...

Buenas noches, Princesa

te besa

tu Mosquetero

sábado, octubre 23

Quisiera...

Princesa,

esta noche, más que nunca, quisiera arroparte el sueño con mi cuerpo...

jueves, octubre 21

Soy el ambiente parco...

(A mi Princesa, por sonetillo...)

Soy el ambiente parco
de un entierro sin zanja,
soy la media naranja
de una Juana sin arco.

Soy un ancla sin barco,
rebelde en una granja,
soy la morada franja
que naufragó en el charco.

Soy toga sin minuta,
que aboga por la abeja
que hizo miel con cicuta.

Mecha sin candileja,
que no alumbra la ruta
del amor que hoy se aleja...

miércoles, octubre 20

¡Ay, de mi alma!...

Ay, de mi alma
reflejada en el mar,
en un mar sin lunas
en él recostadas,
un mar borrado
de islas y olas,
borrado de
mañanas esperadas...
Mar de soledad,
barcos en deriva,
sirenas ahogadas,
gaviotas muertas;
y marineros engullidos
por su ira,
con viudas, que en tierra
esperan su vuelta...

martes, octubre 19

El lugar donde habitas...

Princesa,

cada noche trato, de dibujar el vuelo que me lleve a ese lugar donde habitas. Ese lugar, que limita al norte con las estrellas, al este con el sueño, al oeste con la utopía y al sur con el mar.

Lugar donde solo llueve cuando es necesario y las sombras son de colores. Donde las puertas siempre están abiertas y los volcanes duermen eternamente. Allí donde los ríos llevan el agua desde el mar a las montañas, y existen extensos bosques donde nunca nadie se pierde. Margaritas y amapolas; manzanos y almendros;  alcornoques, encinas y pinos; y campos de cereales y hortalizas. Un lugar donde el frío y el calor se dan la mano, donde los huracanes solo soplan pétalos de rosas, y no hay dos caminos que confluyan.

Ese lugar donde no existen las leyes, ni gobiernos, ni prohibiciones, ni intermediarios de dioses que comercian con frutas prohibidas... donde el tiempo fue desterrado, se abolieron las penas y solo se llora de alegría.

Allí quiero volar todas la noches, a encontrarte, a ese lugar donde el único dios venerado es el amor, y el único altar que existe es el horizonte...


Buenas noches, Princesa...

lunes, octubre 18

Este día de hoy que se escapa...

Princesa,

que triste es, no poder entregarte este día de hoy que se escapa. Como quien intenta coger un puñado de arena y cierra con fuerza el puño, y ve como al abrir la mano apenas queda nada. Se va otro día, despacito, al mismo sitio donde fueron tantos ayeres, que se acumulan desde el día que con un beso nos despedimos...  Allí se van, allí donde desfilaron una a una mis angustias, anduvieron mis desvelos y mis palabras no escritas, y allí donde también se escaparon, mis miradas tristes, mis lágrimas y mis pisadas. Ya no volverán... solo podré recordarlas, maldiciendo la lejanía de tu cuerpo.

No dudes, Princesa, que estar enamorado es el manojo de sensaciones más hermoso, que puede darnos la vida, pero es triste, muy triste amar, cuando tu compañía es: el silencio y la soledad. Todo lo inunda esta sensación de vacío, salpicada por la esperanza de pensar que allí donde estés, al menos te alcance el eco de estas cartas que a diario te escribo.

Mi amar es esperar... esperar el día en que, nos encontremos, suspiremos y apaguemos nuestros relojes...


Buenas noches, Princesa

te besa,

tu Mosquetero

sábado, octubre 16

I ni su...

Princesa,

ayer mi verso libre, después de acostar tu sonrisa en mi sueño, al fin, me vino a traer noticias del lugar donde te encontró. Me habló de un país que no baña el mar, y de unos hombres que lo habitan cuyo color de piel es el hambre. Un país de pocos libros, porque solo unos elegidos son capaces de descifrarlos. Una interminable mezcla de lenguas y culturas, a cobijo en unas fronteras inventadas y cuya forma, curiosamente se asemeja a un reloj de arena inclinado.
Una tierra, donde desgraciadamente, solo importa el presente, el qué comer hoy para poder ver el sol mañana. Un lugar, que rara vez asoma a los periódicos de mi mundo, y que ojalá tarde en asomar, porque cuando lo hace, siempre es por alguna noticia que huele a sangre y a plomo.
Me contó, que paradójicamente, a vista de pájaro, disfrutó de bellos paisajes... contempló mesetas, desiertos y dos grandes rios, uno de los cuales divide en dos la ciudad que te ve caminar todos los días.
Siguió contándome, que allí los días y las noches siempre empatan a horas. Que solo hay tres estaciones, y que ahora está por finalizar, la estación de las lluvias, porque pronto el Harmattan traerá con su soplo la estación fresca. También me tarareó canciones, y me dijó que esa tierra, era sobre todo tierra de música...

¡Ay! Princesa, allí te llevó tu sueño, ese que habla de cambiar lo incambiable y de ser más los demás que muchas veces tú misma. Y esa tierra, lo sabe y lo siente, y por eso a diario te regala, paisajes y sonidos, además de palabras y miradas sinceras de sus mujeres y sus hombres, y siempre que puede, no duda en obsequiarte con el tesoro que esconde la sonrisa de uno de sus niños...

I ni su, Princesa

M’bi fe...

viernes, octubre 15

Verso libre...

Princesa,

todos los días al amanecer, como un ave migratoria, sale de mi alma un verso libre a buscarte. Antes de salir, siempre le pregunto dónde va, y él receloso calla, justo antes de sacudir sus alas y emprender el vuelo.

Al encontrarte, deja caer una pluma desde el cielo, para que roce tu piel, entregándote mi recuerdo. Y después espera pacientemente tu sonrisa, para recogerla, regresar con ella y acostarla cada noche en mi sueño...


Buenas noches, Princesa

te besa,

tu Mosquetero.

jueves, octubre 14

Trementina...

Princesa,

Había poca luz en el estudio del pintor y un fuerte olor a trementina que arropaba esa penumbra. Estaba de pie, vestido con una bata rayada salpicada de cientos de manchas multicolores. A su lado, y sobre un taburete, un vaso repleto de pinceles, y justo delante, un lienzo inmaculado sobre un bastidor de madera...

Con los ojos cerrados, era capaz de ver hasta el más mínimo detalle de la visión que una y otra vez llamó a su puerta en la noche anterior... una noche a caballo entre el insomnio, la locura y el desvelo... 

Comenzó dando una base blanca sobre el lino, a brochazos horizontales, con la parsimonia y la calma, del que ha realizado esa operación miles de veces. Después sobre su mano izquierda, reposó la paleta, esa paleta en la que mezcló óleos y esencia de resina, buscando colores oportunos. Solo había que esperar, esperar para que la imagen que recogió su alma, despacito, recorriera como una magia por su brazo, encaminándose hacia su mano. Y después cosquilleando por sus dedos, buscara abrirse camino hacia las cerdas del pincel para, lentamente, vestir de vida la tela...


(...)

Así... así querría pintar hoy tu sonrisa escondida en un beso, el mapa de los lunares de tu espalda, tus dedos haciéndose caricia, o tu mirada... recostada sobre la dolorosa línea que separa tu mar de mis estrellas...



Buenas noches, Princesa

te besa,

tu Mosquetero

miércoles, octubre 13

Distancias...

Princesa,

Te siento lejos,
terriblemente lejos,
lejos tus besos,
tu sonrisa, tus ojos,
tu aliento y tu voz...
¿Dónde estarán
tus manos,
tus silencios, tu piel,
tus cabellos y tu calor?
¡Qué lejos quedan,
tus lunares,
tus días, tu calma,
tu gracia y tu olor!...

Y... ¿qué tengo cerca
esta noche?
Cerca está tu recuerdo,
estos versos
y todo lo que soy,
mis deseos,
mi caos y mi locura,
mis sueños y mi dolor...

martes, octubre 12

Brisa...

Princesa,

dime cuándo será el día, que sobre mi piel, se haga tu abrazo brisa...

lunes, octubre 11

La timidez del amor de verano...

Princesa,

los estados de ánimo van y vienen a mi vida, volteándome como un carrusel.

Hoy el aire sabe a nostalgia. Nostalgia de esos  tiempos que no solo no volverán, sino que hoy el paso de los años ha difuminado, adornado y ha distanciado todavía más, de esta tarde de otoño y soledad.

Hoy como un niño, me siento falto de las sensaciones del amor de verano. Ese amor de pantalón corto, de rodillas escorchadas y bicicleta. El amor de río, de excursión y piscina. Y amor sobre todo de interminables vacaciones escolares.

La sensación del cosquilleo que me provocaba tu presencia, la divina angustia de estar pendiente de ti, el disimulo de seguirte con la vista evitando el embrujo de un cruce de miradas. Ese acercarme con el corazón empequeñeciendo mi pecho y el no saber qué decirte adueñado por la timidez...

Porque todos lo veranos, llegaba ese instante, ese examen de valentía... y siempre la cobardía, era capaz de arruinarlo, pues nunca fui capaz de reproducir el discurso de enamorado, que tantas veces había ensayado.

Y así se escapaba uno y otro verano. Y regresaba el invierno que seguía a cada otoño, y la primavera... y siempre recuerdo mis tardes, repeinado, hablando frente al espejo del armario de la habitación de mis padres, gesticulando, soñándote delante, convenciéndome... y pensando que sería el siguiente verano, el momento de ganarle la partida a la timidez.

Princesa, hoy, tantos años después, me pregunto sino serán todas estas cartas, los ensayos que heredaron mis inviernos, mis otoños y mis primaveras... y sobre todo me pregunto si estarás en mi próximo verano y si podré decirte lo que tantas veces no me atreví...

Buenas tardes, Princesa

te besa,

tu Mosquetero

domingo, octubre 10

Reo...

Princesa,

me siento reo del sueño de habitar tu cuerpo...

sábado, octubre 9

No es momento de relamer heridas...

Princesa,

esta noche, no es momento de relamer heridas, y si lo es de cicatrizar penas...  Se acabaron los momentos de lágrimas, de esperas en andenes donde no paran trenes, de puertas cerradas, de largos silencios, de miedos conformistas, de nostalgias grises, de lluvias pasadas y nubes que se ciernen.

Esta noche es momento de levantarse y enfrentarse a la vida de cara. Es momento de abrir las ventanas de par en par, para que se renueve el aire de la vida. Momento es, de arrancar airadamente la página del calendario, de envolver en celofán lo vivido y guardarlo en el armario del recuerdo. Es tiempo de creer que todo es posible, de despedir a nuestro ángel de la guarda, para contratar uno nuevo, imberbe, joven y aventurero. Es hora de planes, de futuros, de tocar los sueños, de cumplir deseos, de no mirar atrás, de actuar, de crear, hora de despertar. Es hora de permanecer alerta, de volcar en nuestros corazones paisajes despejados, de disfrutar de la puesta de sol diaria y de buscar la belleza en la sencillez...

Esta noche, Princesa, allí donde quiera que estés, quiero decirte, que hoy es momento de respirar bien hondo y de sentirnos más vivos que nunca...

Buenas noches, Princesa

te besa,

tu Mosquetero

viernes, octubre 8

Es de noche...

Princesa,

es de noche... apaga la luz y bésame, que yo te alumbraré la vida...

jueves, octubre 7

La sombra de un café...

Princesa,

tengo ganas de compartir la sombra de un café, de escucharte contar historias de mundos que mis ojos probablemente no veran nunca, de ensimismarme escuchándote pronunciar nombres de ciudades, de ríos, de montañas, de puertos que mis libros de geografía me ocultaron.
Ganas de que me cuentes de personas que habitan esos lugares y con los que tu habrás compartido tantas cotidianías y magias.
Ganas de que me tararees canciones, esas que envuelven tus días de melodías y que mi oído jamás hubiera escuchado de no conocerte.
Ganas de que me hables de sabores que tus labios han probado, de olores que jamás entrarán por la ventana de mi habitación, y de tactos que quedan tan alejados de mis manos...
También tengo ganas de conocer tus tristezas, porque seguro que las aplacaremos a golpe de risa... a golpe de besos y caricias...
Princesa, que pronto se haga ese café... y sino es pronto... que sea, que tengo toda la vida por delante para esperarlo...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero

miércoles, octubre 6

Impregnados...

Esta noche Princesa,
quiero un humilde
lecho de monte,
para poder acostar
esta pasión incontrolada,
estas ganas de tu cuerpo
sobre el mío,
este deseo de transitar
tu piel con caricias,
de besar en sigilo
tu cuello y tu espalda,
de entrelazar las manos,
de sentir tus senos
rozando mi pecho,
y estremecerme
en tu vientre...
Y cuando la pasión
se desvanezca,
y antes que el alba
nos sorprenda,
dormiremos en un abrazo,
cubiertos por las estrellas
y arropados
por el mismo sueño...
Y al despertar,
rebosantes de vida,
nos haremos paisaje,
impregnados cada uno
con el olor del otro...

martes, octubre 5

Quisiera no quererte...

Princesa,

quisiera no quererte,
para arrancar todo el dolor
que carga mi alma,
quisiera no recordarte,
para poder respirar
un aire sosegado,
quisiera olvidarte,
para matar este amor
que me esta consumiendo...
o, tal vez, lo que preciso
es escucharte,
pretendo respuestas,
que golpees mi puerta
siempre abierta para ti,
y que me niegues tus besos
o lentamente me resucites...

La última luz...

Princesa,

la última luz que alumbraba mi alma,
la fundió esta tristeza que me solivianta...
Esta noche, no podría revivirme
ni el abrumador recuerdo de tu sonrisa,
que tantas veces acudió a mi rescate...
La oscuridad entumeció mi alma,
y mientras mis manos se helaban,
y mis labios se escondían,
nacieron a la par dos lágrimas,
que buscándote, firmaron estos versos,
difuminando la tinta que los trazaba...

lunes, octubre 4

domingo, octubre 3

Llegó otra noche...

Princesa,

llegó otra noche, la ciudad menguó sus diarios ruidos. Escucho el trazo de mi estilográfica deslizándose por la cuartilla de papel, que cada noche me espera, para recordarme, que tengo que volcar en ella las palabras que van abandonando mi cuerpo.

El silencio, y la tranquilidad son capaces cada noche de ralentizar el tiempo, de convertirse en lastre de las agujas del reloj, y vestir de eternidad cada madrugada de soledad, mientras el café se consume, y yo, espero que el sueño diario venga a secuestrarme. Pienso en la gente que es capaz, de dormir toda la noche, que le basta colocar una sonrisa sobre la almohada y en suspiro quedar profundamente dormida.

A mi desde niño, me costó negociarle a la noche el descanso, había siempre ideas que iban y venían, dando vueltas, y que conseguían estimularme de tal manera, que escuchaba cada media hora, como el viejo reloj de casa de mis padres me iba recordando que el amanecer me acechaba.

Hoy pienso si no será que todas las horas que no he dormido en mi vida, tendrán la recompensa de su recuperación el día que empecemos a dormir juntos. Ese día pasaré a formar parte de la gente que duerme y que hoy admiro...y si esa noche llega, seguro seré el hombre más feliz del mundo, y no cabrá en mis labios la sonrisa que me duerma...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu Mosquetero,

PD: Como un maniático protocolo, después de escribir cada carta, y antes de arroparla en el sobre, me gusta leerla, e imaginar que ese susurro atraviesa la distancia que nos desune y llega suavemente para colarse en el sueño que cada noche te acuna.

sábado, octubre 2

Hoy no trataré...

Princesa,

Hoy no trataré
de rebuscar palabras,
ni de hacer malabares
con sílabas,
buscando
versos imposibles.
No trataré de inventar
imágenes
que te recojan,
ni trataré de incitar
a bailar a mil notas
en un pentagrama,
para que dibujen
una melodía
que te imite...


No trataré
de escribirte
cien palabras,
pues a mi corazón
noventa y ocho
hoy le sobran...

Te quiero...

viernes, octubre 1

Hoy pinté...

Princesa,

hoy pinté tus ojos en el agua... cerré los ojos y me miraron...

jueves, septiembre 30

Una mudanza embalada...

Princesa,

Los domingos, me gusta madrugar. Comprar el periódico, y dar un paseo por el parque.
A lo mejor es que la vida me tiene así de predispuesto, pero me resulta curioso encontrar, últimamente, más parejas de enamorados. Paseando de la mano, sentados en bancos, o recostados en la hierba junto a algún árbol, no vienen sino a ensañarse con mi manifiesta soledad.
Procuro sentarme en un banco, y abstraerme de todo leyendo el diario. No me gusta entablar ninguna conversación espontánea con quién se sienta junto a mi. Me gusta disfrutar del domingo sencillamente y no soporto que nadie trate a destiempo de volcarme ninguna historia de su vida. Así, sentado y tranquilo, trato de recoger energías para otra nueva semana, que tal vez sea en la que por fin reciba una señal tuya.
Hoy no me apetecía comer en casa, así que decidí alargar la mañana con un paseo por la orilla del río, como si hoy quisiera acompañar a esas aguas que me invitaban a unirme caminito del mar... Y así, se me fue el domingo, cargando hacia mi casa con el alma triste y empapada.
Y ya en la noche, y otra vez a la sombra de un café bien caliente, ¿qué escribirte?, escribirte, que me siento igual que un jugador de ajedrez, contemplando todas las piezas dispuestas sobre el tablero para comenzar una partida, y que enfrente no hay nadie sentado... Ya no sé contar los días que han pasado desde que nos despedimos, y tampoco sé prever los que restan hasta que volvamos a encontrarnos. Tu reloj de arena mojada, se ha recostado sobre mis sábanas arrugadas, y sigue devorando mis días y mis semanas a una velocidad, que solo me produce vértigo...
Todo lo que te puedo ofrecer, permanece dispuesto como una mudanza ya embalada... Embalada está mi alma desnuda, y en el resto de las cajas esperando, un ancla de papel, tres libretas por estrenar, un abrigo para quitarte el frío, y toda una vida por delante...

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu Mosquetero...

miércoles, septiembre 29

Silencio...

Princesa,

hoy me siento el silencio del pasillo del hotel, dónde en la puerta de tu habitación, colocaste el cartel de no molesten...

martes, septiembre 28

Las catorce margaritas...

Princesa,

en mi pueblo, vivía un anciano, en una casa con jardín, donde cultivaba margaritas.
Cada día, antes de que la ciudad amaneciera, se adentraba en su jardín para escrutar los cambios que hubieran acontecido en sus escasas horas de sueño. De primavera a otoño, época en que florecían las margaritas, vigilaba que cada una de ellas tuviera el espacio suficiente para abrirse y mirar al sol. El resto del año, trataba de que ningún cuidado le faltara a sus pequeños arbustitos que el consideraba como su pequeña gran familia. Cuando el día caía, procuraba regarlas cómo mínimo dos veces por semana, y cuando el calor del verano era sofocante, trataba de refrescarlas diariamente. Siempre pulverizando el agua sobre ellas, y sintiendo como cada una de las margaritas le devolvía el gesto con una sonrisa.
El resto de las horas las pasaba contemplando el jardín desde su ventana, nunca se cansaba de mirarlas, siempre aprendía de ellas, y por las noches para seguir observándolas había colocado un espejo junto a su ventana, con la inclinación precisa para seguir admirándolas desde su cama.
Sabía que en su pueblo, muchos amantes, saltaban su verja, para arrancar una margarita, y preguntarle al azar si su amor era o no correspondido. Deshojando pétalo a pétalo, un me quiere, un no me quiere... los amantes siempre salían de ese jardín exultantes y con el corazón acelerado...
Eran tan felices las margaritas en ese jardín, que ninguna se atrevía a ser deshojada sin dejar escrito en su último pétalo impar un me quiere,  siendo capaces de convertir el peor de los desamores de una vida en un breve amor, aunque solo durara unas horas...
A mis veintiún años, yo también salté esa verja...

Hoy pasé junto a esa casa, y junto a sus ruinas, pude ver como dispersas y erguidas al paso del tiempo, seguían llenando de sonrisas el jardín, como guardianas de la felicidad, catorce margaritas. No me atreví a arrancar ninguna, tan solo sonreí, cerré los ojos, y pensé... seguro que a todas ellas les corona un impar número de petálos...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

lunes, septiembre 27

Enséñame...

Princesa, 

...enséñame a engañar al espejo, para que cada mañana no me devuelva una mirada tan triste...

domingo, septiembre 26

Dame esperanza...

Princesa,

dame esperanza
de besos y de sonrisa,
y de vientre,
de piel cobalto nieve
y de piernas que se fuguen.
Ven y rancíame
el vino de la vida
avinágrame este sinvivir
que se me muere,
este conmorir
que se me vive,
este respirar
que me oxigena
y el expirar
que  me consume...

sábado, septiembre 25

viernes, septiembre 24

En penumbra...

Princesa,

No paró de llover en todo el día. Me acordé de mis ángeles de niño y sus pozales de agua.
Ya en casa, cuando me disponía a escribirte, se fue la luz. La ciudad se quedó a oscuras, repentinamente silenció su monotonía.
 Un chasquido de fósforo penumbrea mi habitación y da vida en forma de luz a una vela, que siempre permanece dormida en uno de los cajones de mi escritorio. Una mesa llena de papeles, de escritos inconclusos, libros a medio acabar y otros a medio empezar, todo cuidadosamente desordenado. Frente a mi, la vieja máquina de escribir, con la que mi padre escribía sus grises poemas en las tardadas de la eterna primavera en la que siempre vivió. A mano, una taza de café, dispuesta a ser tomada lentamente a sorbitos, y a cuya sombra siempre es más fácil escribir. Una levísima brisa, zarandea la frágil llama y con su cimbreo arrastra todos objetos de la estancia. Solo el sollozo de algún niño más allá de mis paredes, rompe el armónico silencio que me arropa. Las palabras parecen fluir del silencio, a golpes, animadas por el suave martilleo de las teclas.
Y en este marco, es difícil no acordarme de tus gestos y tus palabras, y de la espiritualidad que emana de la calma que se respira a tu lado, y también de maldecir una distancia que hoy siento más distante. No hay penumbra más grande que la soledad, y no hay poesía más triste que la que hoy no puedo ni escribir.
Me haces falta, más allá de tu voz y tu calor, me haces falta.
Tengo los labios salados, pero no de tu mar, sino de esas lágrimas que se deslizan del vacío que esta noche de silencio, me llena...
Perdóname, pero no puedo seguir escribiéndote.

...soplaré la vela y saldré a vestirme de silencio y de lluvia,...

Buenas noches, Princesa


Te besa,

Tu mosquetero

jueves, septiembre 23

Embrujo...

Princesa,

qué viento me traerá el beso capaz de romper este hechizo...

miércoles, septiembre 22

Sortilegio...

Princesa,

 debimos elegir siempre margaritas de hojas impares...

martes, septiembre 21

Y llueve...

Princesa,

El teclear de las viejas Olivettis que durante 10 horas al día, ensorcede mi alegría, esta noche me acompaña como si la puerta de salida de la oficina no hubiera sido capaz de acallarlas.
Llueve, hoy llueve, y la lluvia se hace nostalgia.
De niño, siempre me gustaron los días de lluvia, pensaba que era una acción celestial con el fin de limpiar las calles y los tejados, de regar los árboles y los campos. Me gustaba pasar largas tardes, simplemente escuchando el sonido de la lluvia al caer, cerraba los ojos e imaginaba cientos de ángeles acompasados vaciando cubos de agua sobre la tierra. Todos los días los ángeles vaciaban la ración de agua sobre el mundo, y deducía infantilmente que mi pueblo debía de estar muy limpio y cuidado pues eran escasos los días de lluvia. También creía que los mismos ángeles colocaban las nubes para que actuaran de viseras, y repartieran la luz por todos los lugares de la tierra, y nos mandaban a dormir corriendo el gran telón estrellado que vestía de noche mi pueblo. Cada domingo acudía a misa, acompañando a mi queridísima abuela, y lo que más me extrañaba era ver como el cura nunca hablaba de la lluvia, de los ángeles, de las noches y de los días, sino que más bien repetía cada semana las mismas frases, y que los feligreses contestaban con otra retahíla de palabras a modo de cancioncillas que jamás logré entender. El párroco siempre me dio miedo, aunque nunca me hizo nada, pero ya desde pequeño tenía ese tamiz empático que hacía que en mi primer contacto visual con una persona lo atravesará o se quedara para siempre atrapado entre sus alambres. Aún recuerdo como lloré la tarde que me negué a comenzar las clases de catequesis con él. Mi padre me convenció con la primera bofetada, y no le di tiempo a la segunda.
Ahora, es de noche y vuelve a llover, me acuerdo de mi dios de niño, y de mis ángeles y sus cubos, y los amenes de mi abuela... y no se dónde se fueron, pero allí donde estén seguro les acompaña el niño que un día fui...


Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu mosquetero,

lunes, septiembre 20

La cigarra y la hormiga...

Princesa,

mi padre solía contarme un cuento, todas las noches antes de dormir. Recuerdo, que una noche, me contó  la fábula de la cigarra y la hormiga. Quedé fascinado por esa historia, y desde entonces pasaba las horas,  imaginando como a los pequeños insectos podían ocurrirle las mismas cosas que les sucedían a los humanos. Cuando por la calle, veía una fila de hormigas portando minúsculos restos de comida, las imaginaba cantando sus canciones mientras se dirigían a su hormiguero, como si fueran soldados en plena instrucción... veía avispas revoloteando por un charco, y las imaginaba comunicándose con sofisticadas radios cual si fueran pilotos de guerra... imaginaba como los escarabajos eran los camioneros de la naturaleza, y como las abejas cantaban y bailaban mientras preparaban la miel en su colmena...
Muchos de mis compañeros, disfrutaban, como cualquier niño, matando insectos... y yo cada vez que les veía, les recriminaba sus actos... ganándome más de una enemistad, y alguna que otra cicatriz, que hoy todavía adorna mi piel.
Hoy miro con nostalgia aquel mundo que veían mis ojos, como las cosas se han ido empequeñeciendo, a medida que yo he ido creciendo, y sobretodo miro con tristeza como en el mundo de los mayores jaleamos, sin ningún pudor, el respingar de éxito de cientos de cigarras, mientras tristemente dejamos de lado a nuestras olvidadas hormigas...

Ojalá, padre, hoy pudiera dormirte contándote una fábula.... porque eso son las fábulas, los cuentos que todos los niños deberían de contar a sus padres antes de dormir...



Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

 

domingo, septiembre 19

Estoy enfermo...

Princesa,

Estoy enfermo
de amor,
de deseo,
y de distancia,

Estoy enfermo
de ausencia,
de silencio,
y de llanto,

Estoy enfermo,
de sueño,
de oscuridad,
y de ti.


Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu mosquetero

sábado, septiembre 18

Mi primer sueño...

Princesa,

Cuando yo era niño, rara era la noche que despertaba de día. Tenía la extraña sensación de que los mayores perdían mucho tiempo durmiendo. Unas noches despertaba a mitad de la noche y otras justo antes del alba. Solía pasar esas horas, justo antes de que el mundo despertara, asomado a mi ventana, contemplando las estrellas y los amaneceres. En la escuela, nadie me habló de astronomía, más allá de estudiarme de carrerilla el nombre de los planetas del sistema solar, así que para mi, las estrellas eran mis compañeras y sus nombres eran los que yo les ponía. Brillantita, Lejana, Blanquita, Alejadita... trataba de bautizarlas y sobre todo hablaba con ellas. Ellas sabían de mi primer sueño... ese de poder volar una noche y poderme sentar en una de ellas, para contemplar el mundo desde lo alto. Noche tras noche, asomado a mi ventana dejaba volar mi infantil imaginación, convirtiendo a cada una de las estrellas en mis compañeras de sueño.
Anhelé siempre poder tener un telescopio, para poder verle los ojos y la sonrisa a mis estrellas, pero en aquellos tiempos, eran artefactos no al alcance de cualquiera, y yo tristemente ni podía pretender uno, y para más desgracia no supe de nadie que tuviera.
Los Reyes Magos, a los que alguna noche sorprendía saltando de estrella en estrella, quisieron ser agradecidos conmigo, tratando de buscarme un sustituto a mi añorado telescopio, y un seis de enero, desperté encontrando junto al Nacimiento, una cometa y una linterna.
Yo lo primero que pensé es poder volar la cometa de noche, y me dije, ¡Caray! ¡Qué listos estos Reyes!... por eso me dejaron la linterna.
Pero antes de poder volar la cometa en la noche, tenía que aprender a manejarla. Mi padre, trabajaba de sol a sol de lunes a sábado y los domingos solía despertar tarde... era su día de descanso merecido, y a mi me daba mucha vergüenza pedirle, que madrugara el domingo para enseñarme a volar la cometa... pero cuando se lo pedí, enseguida vi en sus ojos el niño que llevaba dentro y me dijo que el domingo saldríamos al campo a estrenar la cometa. Y así fue esa mañana helada de domingo, salimos a un monte cercano, me enseñó a manejar aquellos hilos para que no se anudasen y para que la cometa buscara las suaves brisas de viento para elevarse y describir mágicas trayectorias surcando el cielo.
Aquella noche, pese a lo cansado que me encontraba, no es que despertara de madrugada, sencillamente no pude dormir. Imaginé poder cumplir mi sueño de volar junto a mis estrellas ayudado de mi recién estrenada cometa.
Sabía que mi primer viaje estelar iba a ser largo, y por eso durante los días siguiente fui guardando la mitad de mis porciones de chocolate que cada tarde mi madre me daba para merendar. Cuando reuní las que pensé necesarias, decidí emprender mi viaje.
Aquella noche fría de febrero, salí con mi cometa, mi linterna, mis chocolates, y con la sonrisa de quien va a cumplir un sueño.
Subí a un pequeño monte desde donde se divisaba mi pueblo, silenciosamente dormido... solo el viento perturbaba ese silencio que olía a tomillo y a piedra. Até los hilos de la cometa, cada uno a una de mis muñecas, fuertemente, con los nudos que mi padre me había enseñado a hacer y corrí unos metros para coger velocidad y saltar lo más alto que pude... durante unos segundos, pude experimentar lo que siente un pájaro volando, hasta que las cuerdas se rompieron... la cometa siguió su viaje, y yo di con mis huesos sobre el duro monte. Magullado y llorando regresé a casa, me acosté y traté de dormir.
A partir de esa noche, traté de localizar mi cometa junto a alguna estrella, porque sabía que si ella lograba llegar hasta ellas... al menos habría cumplido parte de mi sueño.
Años más tarde mi padre me confesó, que la mañana después del accidente, un vecino había encontrado mi cometa rota, mi padre no me dijo nada y la hizo desaparecer, el sabía de mi sueño... quizás el tuvo el mismo sueño cuando fue niño...

Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu mosquetero

viernes, septiembre 17

El reparador de sueños...

Princesa,

Hace tiempo que salí de tu palacio, sin hacer ruido y de puntillas. Necesitabas paz, espacio y silencio.. y estratosferas que descubrir lejos... muy lejos. Yo solo podía ayudarte, desapareciendo silenciosamente, para no perturbar tu calma. Tan solo, me llevé, medio sueño envuelto en tu sonrisa y un ala rota.
El día antes de salir, te pregunté si sabías de algún reparador de sueños... y tú, con esa magia que desprende tu mirada, me respondiste que los reparadores e incluso creadores que conocías, andaban por otros reinos...
No hay dos besos iguales, al igual que sucede con las despedidas, cuando los sentidos ya no apresan a la otra persona, son esos tejidos imperceptibles que unen las almas de las personas, que hacen mantener vivo el sentimiento de la cercanía distante. Así, que cabizbajo y solitario, emprendí búsqueda de un reparador de sueños.
¿Dónde debía buscar? ¿A quién debía preguntar? ¿Sería un oficio, heredado de padres a hijos?.. ¿sería un don de la naturaleza?... ¿sería tal vez, una magia anclada en algún lugar de este planeta?... ¿sería un designio divino?... ¿estaría buscando algún tipo de sortilegio? ... ¿tal vez un oráculo?...
En ausencia de un método trate de preguntar a mis allegados, y todos pensaron que no debía buscar un reparador de sueños, sino más bien un reconstructor de mi cordura.
Nada me ataba al lugar donde despertaba todos los días, y por eso decidí marchar y no parar hasta encontrar quién o qué consiguiera reparar mi sueño. Fue mi segundo adiós... y juré no retornar sin conseguir mi propósito.
Y conocí muchos lugares, personas... conocí magias, conocí vientos, aprendí a escuchar a los silencios y a reconocer felicidades, a mirar a oscuras y a reír junto al mar y sobretodo, aprendí a volar con un ala rota. Supe de compañías verdaderas, de alimentos de ilusión... y por supuesto que conocí cosas negativas, pero ahora, no quiero recordarlas. El camino me lo enseñó todo...el camino que seguí en la búsqueda del sueño de encontrar un reparador de sueños...
Perdí la cuenta de las noches que pasaron... y un día, dormí junto a una cueva, donde según me explicó un anciano del lugar, moraban los últimos reparadores de sueños. Tal y como me indicó, espere a la mañana siguiente para entrar, y con la excitación propia de un niño, entré. La cueva era muy angosta, con las pareces humedecidas, y solo el sonido de mis pasos entre barros y charcos quebraba el maravilloso silencio oscuro que me envolvía. No sé el tiempo que estuve recorriendo todas las galerías de esa cueva, y una y otra vez volvía sobre mis pasos sin encontrar señal alguna. Allí no había rastro de nadie, más allá del aleteo de decenas de muerciélagos que fueron sorprendidos por mi inesperada presencia. Hastiado y cansado, busque la salida de la cueva, y descubrí como había perdido la noción del tiempo, pues la noche se había vuelto a adueñar del paisaje. Maldiciendo las indicaciones, me senté en el mismo lugar donde había despertado por la mañana, y seguidamente el cansancio y el sueño se apoderaron de mi.
Y volví a entrar en la cueva, esta vez iluminada, y siguiendo las indicaciones de montañitas de pequeñas piedras, que como hitos me señalaban el camino, entré a una sala que no logré distinguir de las visitadas el día anterior. Allí encontré una simple inscripción tallada en una piedra que decía:

"Aquí moran los últimos reparadores de sueños: el tiempo y el olvido".

Y así fue como los hallé... no sé si fue en un sueño, no sé si fue un delirio, no sé si fue despierto... pero lo que si supe, es que ellos serían los únicos capaces de reparar mi sueño...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

miércoles, septiembre 15

Hoy quisiera...

...Hoy quisiera encontar la Rosetta, que me ayudara con tus silencios.

martes, septiembre 14

Hoy te dibujé...

Princesa,

desperté de madrugada, sobresaltado, no podía dormir, tenía una imperiosa necesidad de escribirte, quizás porque no supe encontrarte en un sueño fugaz y repetido...

Ayer te contaba quién era yo, hoy traté de dibujarte, tal vez de reconozcas...


Eres una ventana a dos mundos
y una puerta que se abre,
eres cien aventuras
en busca de un sueño,
eres la música que suena,
una maleta sin cerrar
llena de recuerdos que no pesan,
un reloj de arena mojada
un sendero por andar,
la sencillez de un sonrisa
bajo dos ojos que brillan,
una mujer de contrastes,
un barco sin polizón,
eres acento que sabe a mar,
unas alas desplegadas,
lo liviano de una pluma
en la boca de un león,
eres un vámonos sin pensar,
un flamenquito y dos boleros,
un amanecer en la playa,
y unos labios por besar

lunes, septiembre 13

Yo soy...

Princesa,

yo soy lo que se ve,
y también, soy lo que escondo,
soy un tránsito, una mudanza
con un libro, un árbol,
y los ojos de una niña,
soy aire, soy monte y sol
soy un desertor de la vida
soy una maleta vacía,
soy una segunda parte,
soy un barco envejecido,
soy abono de cien canas
y un camino sin asfalto
soy una pena y dos risas
y un ritmo desafinado
sobre unas manos mojadas
soy un teléfono atento,
soy uno y dos amigos,
un aspirante a todo,
y un ganador de nada
soy un niño con cometa
soy un verso en un soneto
una ecuación no resuelta
soy un ateo creyente,
soy la nostalgia de un olor,
soy una voz que se rompe,
una respuesta y mil dudas
soy un miope que te mira,
y asomando a los cuarenta
soy café y tertulia sin hora
soy madrugada y estrellas
soy memoria de recuerdos
y un guiño a una huida.
Eso soy, aquí no hay más
que un disfraz de valiente
que cobija sus miedos
por no saber nadar
en el mar de los sueños...

domingo, septiembre 12

La princesa y el mosquetero...


Permíteme que te cuente una historia de amor, pero no una historia de amor cualquiera, una historia de amor de las de antes. Cuando estas cartas se escribían en papel, cuando el enamorado corría a abrir el buzón, cada vez que sentía que el cartero había llegado a su casa. Ese latir del corazón, que se aceleraba justo cuando la pequeña llave abría la puertececita metálica que tal vez, entre cartas de bancos y publicidades y catálogos, contuviera una carta manuscrita desesperadamente esperada... Como hemos podido dejar escapar esa magía de las cartas manuscritas!!... ahora todo es instante, todo es prisa, ahora no hay espera, como si el tiempo fuera a otra velocidad...
Pero, volvamos a la historia... que el tiempo es oro... Mi nombre es Carlos, mi pasión por los mercadillos, por las antigüedades y por los buhoneros, me llevo a comprar una vieja maleta de cartón, que contenía cientos de cartas antiguas. Al principio, dude si debía abrirlas.. pensé en tirarlas.. no quería pecar yo de indiscreto... pero la tentación me venció...y decidí leer la primera de ellas, que escrupulosamente estaban ordenadas cronológicamente... Y lo que descubrí, fueron las cartas que un enamorado, Mosquetero, envío a su amada Princesa... Cartas de un amor de juventud que renació muchos años después...
He decidido publicar esas cartas en un blog, lentamente, para que en homenaje al Mosquetero o Princesa que todos llevamos dentro, disfrutemos de este amor a la antigua usanza, y suspiremos porque tengamos en esta vida un poquito de amor... que falta nos hace a todos...

 ... y los sueños sueños son, y la vida no debe estropearlos...