jueves, septiembre 30

Una mudanza embalada...

Princesa,

Los domingos, me gusta madrugar. Comprar el periódico, y dar un paseo por el parque.
A lo mejor es que la vida me tiene así de predispuesto, pero me resulta curioso encontrar, últimamente, más parejas de enamorados. Paseando de la mano, sentados en bancos, o recostados en la hierba junto a algún árbol, no vienen sino a ensañarse con mi manifiesta soledad.
Procuro sentarme en un banco, y abstraerme de todo leyendo el diario. No me gusta entablar ninguna conversación espontánea con quién se sienta junto a mi. Me gusta disfrutar del domingo sencillamente y no soporto que nadie trate a destiempo de volcarme ninguna historia de su vida. Así, sentado y tranquilo, trato de recoger energías para otra nueva semana, que tal vez sea en la que por fin reciba una señal tuya.
Hoy no me apetecía comer en casa, así que decidí alargar la mañana con un paseo por la orilla del río, como si hoy quisiera acompañar a esas aguas que me invitaban a unirme caminito del mar... Y así, se me fue el domingo, cargando hacia mi casa con el alma triste y empapada.
Y ya en la noche, y otra vez a la sombra de un café bien caliente, ¿qué escribirte?, escribirte, que me siento igual que un jugador de ajedrez, contemplando todas las piezas dispuestas sobre el tablero para comenzar una partida, y que enfrente no hay nadie sentado... Ya no sé contar los días que han pasado desde que nos despedimos, y tampoco sé prever los que restan hasta que volvamos a encontrarnos. Tu reloj de arena mojada, se ha recostado sobre mis sábanas arrugadas, y sigue devorando mis días y mis semanas a una velocidad, que solo me produce vértigo...
Todo lo que te puedo ofrecer, permanece dispuesto como una mudanza ya embalada... Embalada está mi alma desnuda, y en el resto de las cajas esperando, un ancla de papel, tres libretas por estrenar, un abrigo para quitarte el frío, y toda una vida por delante...

Buenas noches, Princesa

te besa,

Tu Mosquetero...

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