martes, septiembre 21

Y llueve...

Princesa,

El teclear de las viejas Olivettis que durante 10 horas al día, ensorcede mi alegría, esta noche me acompaña como si la puerta de salida de la oficina no hubiera sido capaz de acallarlas.
Llueve, hoy llueve, y la lluvia se hace nostalgia.
De niño, siempre me gustaron los días de lluvia, pensaba que era una acción celestial con el fin de limpiar las calles y los tejados, de regar los árboles y los campos. Me gustaba pasar largas tardes, simplemente escuchando el sonido de la lluvia al caer, cerraba los ojos e imaginaba cientos de ángeles acompasados vaciando cubos de agua sobre la tierra. Todos los días los ángeles vaciaban la ración de agua sobre el mundo, y deducía infantilmente que mi pueblo debía de estar muy limpio y cuidado pues eran escasos los días de lluvia. También creía que los mismos ángeles colocaban las nubes para que actuaran de viseras, y repartieran la luz por todos los lugares de la tierra, y nos mandaban a dormir corriendo el gran telón estrellado que vestía de noche mi pueblo. Cada domingo acudía a misa, acompañando a mi queridísima abuela, y lo que más me extrañaba era ver como el cura nunca hablaba de la lluvia, de los ángeles, de las noches y de los días, sino que más bien repetía cada semana las mismas frases, y que los feligreses contestaban con otra retahíla de palabras a modo de cancioncillas que jamás logré entender. El párroco siempre me dio miedo, aunque nunca me hizo nada, pero ya desde pequeño tenía ese tamiz empático que hacía que en mi primer contacto visual con una persona lo atravesará o se quedara para siempre atrapado entre sus alambres. Aún recuerdo como lloré la tarde que me negué a comenzar las clases de catequesis con él. Mi padre me convenció con la primera bofetada, y no le di tiempo a la segunda.
Ahora, es de noche y vuelve a llover, me acuerdo de mi dios de niño, y de mis ángeles y sus cubos, y los amenes de mi abuela... y no se dónde se fueron, pero allí donde estén seguro les acompaña el niño que un día fui...


Buenas noches, Princesa

Te besa

Tu mosquetero,

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