viernes, septiembre 17

El reparador de sueños...

Princesa,

Hace tiempo que salí de tu palacio, sin hacer ruido y de puntillas. Necesitabas paz, espacio y silencio.. y estratosferas que descubrir lejos... muy lejos. Yo solo podía ayudarte, desapareciendo silenciosamente, para no perturbar tu calma. Tan solo, me llevé, medio sueño envuelto en tu sonrisa y un ala rota.
El día antes de salir, te pregunté si sabías de algún reparador de sueños... y tú, con esa magia que desprende tu mirada, me respondiste que los reparadores e incluso creadores que conocías, andaban por otros reinos...
No hay dos besos iguales, al igual que sucede con las despedidas, cuando los sentidos ya no apresan a la otra persona, son esos tejidos imperceptibles que unen las almas de las personas, que hacen mantener vivo el sentimiento de la cercanía distante. Así, que cabizbajo y solitario, emprendí búsqueda de un reparador de sueños.
¿Dónde debía buscar? ¿A quién debía preguntar? ¿Sería un oficio, heredado de padres a hijos?.. ¿sería un don de la naturaleza?... ¿sería tal vez, una magia anclada en algún lugar de este planeta?... ¿sería un designio divino?... ¿estaría buscando algún tipo de sortilegio? ... ¿tal vez un oráculo?...
En ausencia de un método trate de preguntar a mis allegados, y todos pensaron que no debía buscar un reparador de sueños, sino más bien un reconstructor de mi cordura.
Nada me ataba al lugar donde despertaba todos los días, y por eso decidí marchar y no parar hasta encontrar quién o qué consiguiera reparar mi sueño. Fue mi segundo adiós... y juré no retornar sin conseguir mi propósito.
Y conocí muchos lugares, personas... conocí magias, conocí vientos, aprendí a escuchar a los silencios y a reconocer felicidades, a mirar a oscuras y a reír junto al mar y sobretodo, aprendí a volar con un ala rota. Supe de compañías verdaderas, de alimentos de ilusión... y por supuesto que conocí cosas negativas, pero ahora, no quiero recordarlas. El camino me lo enseñó todo...el camino que seguí en la búsqueda del sueño de encontrar un reparador de sueños...
Perdí la cuenta de las noches que pasaron... y un día, dormí junto a una cueva, donde según me explicó un anciano del lugar, moraban los últimos reparadores de sueños. Tal y como me indicó, espere a la mañana siguiente para entrar, y con la excitación propia de un niño, entré. La cueva era muy angosta, con las pareces humedecidas, y solo el sonido de mis pasos entre barros y charcos quebraba el maravilloso silencio oscuro que me envolvía. No sé el tiempo que estuve recorriendo todas las galerías de esa cueva, y una y otra vez volvía sobre mis pasos sin encontrar señal alguna. Allí no había rastro de nadie, más allá del aleteo de decenas de muerciélagos que fueron sorprendidos por mi inesperada presencia. Hastiado y cansado, busque la salida de la cueva, y descubrí como había perdido la noción del tiempo, pues la noche se había vuelto a adueñar del paisaje. Maldiciendo las indicaciones, me senté en el mismo lugar donde había despertado por la mañana, y seguidamente el cansancio y el sueño se apoderaron de mi.
Y volví a entrar en la cueva, esta vez iluminada, y siguiendo las indicaciones de montañitas de pequeñas piedras, que como hitos me señalaban el camino, entré a una sala que no logré distinguir de las visitadas el día anterior. Allí encontré una simple inscripción tallada en una piedra que decía:

"Aquí moran los últimos reparadores de sueños: el tiempo y el olvido".

Y así fue como los hallé... no sé si fue en un sueño, no sé si fue un delirio, no sé si fue despierto... pero lo que si supe, es que ellos serían los únicos capaces de reparar mi sueño...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

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