martes, septiembre 28

Las catorce margaritas...

Princesa,

en mi pueblo, vivía un anciano, en una casa con jardín, donde cultivaba margaritas.
Cada día, antes de que la ciudad amaneciera, se adentraba en su jardín para escrutar los cambios que hubieran acontecido en sus escasas horas de sueño. De primavera a otoño, época en que florecían las margaritas, vigilaba que cada una de ellas tuviera el espacio suficiente para abrirse y mirar al sol. El resto del año, trataba de que ningún cuidado le faltara a sus pequeños arbustitos que el consideraba como su pequeña gran familia. Cuando el día caía, procuraba regarlas cómo mínimo dos veces por semana, y cuando el calor del verano era sofocante, trataba de refrescarlas diariamente. Siempre pulverizando el agua sobre ellas, y sintiendo como cada una de las margaritas le devolvía el gesto con una sonrisa.
El resto de las horas las pasaba contemplando el jardín desde su ventana, nunca se cansaba de mirarlas, siempre aprendía de ellas, y por las noches para seguir observándolas había colocado un espejo junto a su ventana, con la inclinación precisa para seguir admirándolas desde su cama.
Sabía que en su pueblo, muchos amantes, saltaban su verja, para arrancar una margarita, y preguntarle al azar si su amor era o no correspondido. Deshojando pétalo a pétalo, un me quiere, un no me quiere... los amantes siempre salían de ese jardín exultantes y con el corazón acelerado...
Eran tan felices las margaritas en ese jardín, que ninguna se atrevía a ser deshojada sin dejar escrito en su último pétalo impar un me quiere,  siendo capaces de convertir el peor de los desamores de una vida en un breve amor, aunque solo durara unas horas...
A mis veintiún años, yo también salté esa verja...

Hoy pasé junto a esa casa, y junto a sus ruinas, pude ver como dispersas y erguidas al paso del tiempo, seguían llenando de sonrisas el jardín, como guardianas de la felicidad, catorce margaritas. No me atreví a arrancar ninguna, tan solo sonreí, cerré los ojos, y pensé... seguro que a todas ellas les corona un impar número de petálos...

Buenas noches, Princesa

Te besa,

Tu mosquetero

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