domingo, noviembre 21

Sin sombra...

Nos enim, quicumque vivimus, 
nihil aliud esse comperio, 
quam simulacra et levem umbram.

Princesa,

me asomo al precipicio que otra vez una callada ciudad dormida entrega a mis pies descalzos. Prendieron las estrellas esta noche, para apuntarme con los dedos de su luz, el camino entre riscos devorados por los besos que hoy quedaron sin descubrir. Diviso una playa que guarda restos y aromas de cuerpos entregados a furtivas caricias pasionales, dejadas al goce del devenir del deseo.

Cerca, el mar, que calla tanto como cuenta, y esta noche cuenta como mi sombra se descosió de mi pies y fue a sumergirse, para llenarse de él. Sé que ya no volverá, será para siempre, una sombra libre, excarcelada de la atadura de mi cuerpo.

Yo vagaré sin mi compañera fiel que fue mi sombra desde que me arrojaron al mundo. Con ella caí y me levanté, dormí y soné, corrí, jugué y alguna vez, incluso amé.

Pero, ¿de qué le sirve a un hombre la sombra, si no tiene a nadie a quien arropar con ella?... ¿de qué le sirve?

Y en ese espacio donde duermen prensadas para siempre todas las sombras, entre el cuerpo sin vida del difunto y la seda y el mullido que forran la base del ataúd, el día que yo muera, en ese espacio, no busquéis a mi sombra. Porque lejos, muy lejos de mi cuerpo entumecido, nadará mi sombra libre, entre la vida y el mar... entre el mar y la vida...

Buenas noches, Princesa

te besa

tu Mosquetero

1 comentario:

  1. No es sombra lo que la luz araña de tu cuerpo. No es sombra lo que no descubres, fugaz, entre tú y los demás. Ni es sombra, no lo que eres tú, pero los demás reconocen. Sombra eres oprimido por todo tipo de radiación que da imagen a tu rostro, envergadura a tus espaldas, planta a tu cuerpo. Sin sombra no eres visible sino al tacto. Magni nominis umbra, umbra est.

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