jueves, octubre 14

Trementina...

Princesa,

Había poca luz en el estudio del pintor y un fuerte olor a trementina que arropaba esa penumbra. Estaba de pie, vestido con una bata rayada salpicada de cientos de manchas multicolores. A su lado, y sobre un taburete, un vaso repleto de pinceles, y justo delante, un lienzo inmaculado sobre un bastidor de madera...

Con los ojos cerrados, era capaz de ver hasta el más mínimo detalle de la visión que una y otra vez llamó a su puerta en la noche anterior... una noche a caballo entre el insomnio, la locura y el desvelo... 

Comenzó dando una base blanca sobre el lino, a brochazos horizontales, con la parsimonia y la calma, del que ha realizado esa operación miles de veces. Después sobre su mano izquierda, reposó la paleta, esa paleta en la que mezcló óleos y esencia de resina, buscando colores oportunos. Solo había que esperar, esperar para que la imagen que recogió su alma, despacito, recorriera como una magia por su brazo, encaminándose hacia su mano. Y después cosquilleando por sus dedos, buscara abrirse camino hacia las cerdas del pincel para, lentamente, vestir de vida la tela...


(...)

Así... así querría pintar hoy tu sonrisa escondida en un beso, el mapa de los lunares de tu espalda, tus dedos haciéndose caricia, o tu mirada... recostada sobre la dolorosa línea que separa tu mar de mis estrellas...



Buenas noches, Princesa

te besa,

tu Mosquetero

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